La vida es aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas, o algo así, decía John Lennon. Mientras miramos la pantalla del móvil, decimos nosotros.

La pantalla del móvil, por la que acceden a Internet el 82% de los usuarios, es ese espejo donde se contemplaba Narciso. Un mundo lleno de egos, selfies y postureo, donde las conversaciones que no interesan, la mayoría, acaban en la papelera.

Pero también un mundo apasionante lleno de desconocidos íntimos, donde es posible saber lo que alguien piensa sin mirarle a los ojos. El Internet de las personas.

Hoy, el Internet de las personas está a punto de convertirse, según los expertos, en el Internet de las cosas. Una realidad con cada vez más objetos conectados y, sobre todo, con menos pantallas, que nos permitirá recuperar la sensación de andar por la calle con la cabeza levantada.

Una tirita inteligente avisará a nuestro médico cuando estemos altos de azúcar. Un reloj nos informará de nuestro ritmo cardíaco. Los coches sabrán dónde hay un atasco. El equipo Hi-Fi captará nuestros estados de ánimo y seleccionará la música más adecuada cuando lleguemos a casa. Pondremos una lavadora desde la oficina y miraremos qué tenemos en la nevera desde el supermercado.

Una auténtica revolución, la de las cosas, cuyo objetivo final parece ser, paradójicamente, devolver a las personas su condición de personas. Regalándoles la posibilidad de mirar de nuevo los árboles por la calle, gracias al futuro protagonismo de la voz y el oído en el uso de Internet.

Y regalándoles tiempo para ver pasar esa vida de la que hablaba Lennon.