Poco a poco, o deprisa deprisa, el mundo está cambiando. Porque ¿qué es el mundo sino la gente que vive en él? Y esta gente se ha dado cuenta, nos hemos dado cuenta, de que por separado somos uno. Pero que si nos juntamos somos millones. Y millones de personas tienen mucha fuerza.
Por eso hoy son millones los ciudadanos que comparten, se apoyan y colaboran en todo el mundo. Una auténtica revolución colaborativa que en estos últimos años ha dado como fruto plataformas online con miles de usuarios activos. Usuarios que prefieren acceder al servicio de un producto en lugar de poseer el producto. Y no solo por una cuestión económica, sino también y, sobre todo, por un cambio cultural. ¿Por qué poseer algo si se puede compartir?
Truequebook facilita a los padres de familia intercambiar material escolar a través de un portal web: libros, uniformes o incluso equipamientos deportivos.
Yerdle, la aplicación móvil para regalar o prestar cosas de segunda mano que cuenta ya con más de 10.000 miembros, continúa haciendo de la generosidad moneda de cambio entre desconocidos. Basada en una premisa: lo que tú ya no quieres, o te sobra, a otro le puede hacer ilusión o lo puede necesitar, y viceversa.
Mind my house posibilita viajar de forma gratuita, cuidando casas a cambio de una estancia en ellas.
El Banco de Tiempo permite que un grupo de personas intercambie habilidades sin dinero de por medio (únicamente se contabilizan las horas de servicio prestado y recibido). Sus usuarios intercambiaron entre ellos 5.700 horas en 2014.
Y La Colmena que dice sí, declarada empresa social y solidaria en agosto de 2012, ayuda a que grupos de vecinos conecten entre sí para comprar productos de calidad directamente a los productores y elaboradores locales. Actualmente hay más de 800 colmenas en Francia, Bélgica, Italia, Alemania, Gran Bretaña y España.
Ya lo decía Lennon: un sueño que sueñas solo es sólo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien es una realidad.
Consumo colaborativo. La fuerza del nosotros.