Hatsune Miku, una de las artistas con más éxito de Japón y 2 millones y medio de seguidores en Facebook, no existe. Es uno de los fenómenos más representativos de nuestro tiempo, que día a día ve diluirse las fronteras entre realidad física y realidad digital.

Hatsune Miku, cuyo nombre significa “primer sonido del futuro”, es un programa desarrollado en 2007 por una compañía de software japonesa: Crypton Future Media. Un holograma 3D unido a un programa de voz artificial: Vocaloid. Pero, sobre todo, es una cantante pop. Y todavía más: la fascinación que despierta es tan de verdad, tan de carne y hueso, que consigue con su virtualidad éxitos sin precedentes en el mundo real.

Como ser telonera de Lady Gaga en abril de 2014. Llenar los recintos con sus propios conciertos en vivo, desde Singapur a Los Ángeles. Participar en octubre del mismo año en uno de los shows más famosos y con más audiencia de Estados Unidos: el de David Letterman. O protagonizar como modelo campañas publicitarias para Toyota, Google y una cadena de supermercados cuyas tomas falsas son por cierto memorables.

Hatsune es en realidad el resultado de la evolución de la música digital, el crowdsourcing y la colaboración creativa, ya que nació como una aplicación de voz artificial con la que los usuarios podían crear sus propias canciones. Canciones que ahora forman parte del repertorio de sus conciertos.

Una idea brillante que a pesar de tener sus fans (la mayoría) también tiene sus detractores (los menos): hay quien teme que la fuerza del nuevo concepto, mezcla de virtualidad, creatividad, colaboración e innovación tecnológica que hay detrás de Hatsune Miku, desplace a los cantantes tradicionales. Y frente a ello, defiende la autenticidad de lo tangible frente a la irrealidad de lo virtual.

En cierta manera estamos de acuerdo. Si dejamos aparte el terreno de las emociones y nos centramos en el de la razón, el éxito de Hatsune Miku no es real.

Pero, ¿algún éxito lo es?

 

 

Ilustración: Hatsune Miku por Mijanee