Hace dos semanas que finalizó el Sónar, pero su eco resuena todavía en nuestro cerebro. Y no hablamos solo de música, sino de experiencias, una palabra que de tan utilizada por marcas y consumidores está perdiendo el sentido y que en Sónar recupera su significado.
El festival empezó hace 23 años ofreciendo la vanguardia de la música electrónica. Hoy, después de más de dos décadas evolucionando, y más allá de la música, se ha transformado en un aparador de tendencias en cultura digital al que acude la comunidad creativa internacional.
Dicho en cifras: 120.000 personas de más de 100 países.
Absolut Relative, uno de los proyectos presentados en este Sónar + D –el corazón y cerebro de Sónar- es un sistema de sensaciones diseñado para engañar a los sentidos que demuestra que nuestras percepciones siempre son relativas. Al apoyar por ejemplo la mano en una placa luminosa notas mucho calor, pero al quitarla descubres que la mano está fría y que la sensación de calor era ficticia.
Otro proyecto que ha llamado la atención ha sido The Time Keeper (El guardián del tiempo). Diseñado por Domestic Data Streamers, junto con Spotify, con un objetivo muy ambicioso: adivinar, a través de un complejo algoritmo y de nuestro perfil de usuario, la música que nos emocionará en el futuro. Incluso lo que estaremos haciendo mientras la escuchamos, “estableciendo una conexión entre un momento futuro y una canción que todavía desconocemos”.
Ya dentro de Sónar Planta brilló Earthworks, del estudio británico Semiconductor, una impresionante instalación donde los sonidos de la evolución de la Tierra –placas tectónicas chocando entre sí a causa de volcanes, terremotos y glaciares- se traducen en imágenes y en colores. Los datos de la naturaleza convertidos en arte, para que podamos visualizar sonidos invisibles y encontrar inspiración en la música del azar.
Porque eso es hoy el Sónar. Un laboratorio vivo donde jugar al azar: experimentando, intercambiando conocimiento y colaborando.
En una ocasión, Mario Alonso, cirujano y “coach”, preguntó en Google, mientras visitaba la sede de Mountain View en Silicon Valley, hacia dónde iba el mundo. La respuesta fue: “No lo sabemos”.
Después añadieron: “Pero sí sabemos cómo hay que ir en este nuevo mundo, cooperando”.
Larga vida al Sónar.