La reputación se basa en la percepción de un producto, servicio o marca, es decir, es la opinión o la imagen que los demás tienen de nosotros.

Podemos hablar de reputación a varios niveles: personal, empresarial o profesional. Es una realidad intangible que no podemos controlar directamente, pero sí los factores que influyen en ella. Son dos: lo que hacemos y/o lo que decimos.

Por tanto, la construcción de nuestra reputación depende de nuestros actos y nuestras palabras, pero lo que los demás dicen de nosotros es un hecho que no podemos controlar.

Además, la reputación va íntimamente ligada a la identidad y es algo que se construye a base de trabajo, demostrando la capacidad de hacer las cosas de una u otra manera. ¡Nuestra reputación nos etiqueta! Sin embargo, hay personas a las que parece que les importa poco lo que los demás piensen o digan de ellos:

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Como hemos visto, la reputación puede tener tanto connotaciones positivas como negativas, pero sea como sea siempre es algo que se ve plasmado en el exterior. Si una empresa o una marca tienen una mala reputación se verá reflejado en las redes sociales y seguramente repercutirá en las ventas, por eso es muy importante cuidar la reputación corporativa. ¿O no os acordáis del caso Kit Kat? 

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Reputación digital

La gestión de la reputación en internet se basa en los mismos principios que en el mundo offline, pero con algunas peculiaridades añadidas. Con el auge de las redes sociales y la tecnología en general, se ha creado un nuevo contexto empresarial en el que es necesario adaptarse rápidamente.

Por un lado, Internet tiene la ventaja de ser una ventana al mundo y dar visibilidad o notoriedad, permitiendo mostrar nuestros productos o generando opinión, ya sea una marca, persona o servicio, pero por otro lado, ofrece inmediatez, con lo que la reputación puede subir tan rápido como bajar.

Cuando hablamos de la reputación empresarial ya es más concreto, pues se trata de cómo nos percibe nuestro grupo de interés, que son los que al final influyen en nuestro negocio. Por tanto, la importancia de los actos recae en la recepción del mensaje no de la emisión.

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Algunos beneficios de una buena reputación son que genera comportamientos favorables en los grupos de interés, aumenta la recomendación de los productos y servicios, incrementa las ventas, anima a los inversores a apostar por la empresa, facilita la captación del talento, es un escudo ante cualquier crisis e incide directa e indirectamente en la cuenta de resultados.

Así que seas empresa, marca o persona, cuida tus pensamientos, revisa tus acciones y mide tus palabras, ya que pueden tener más repercusión de lo que crees en tu identidad.

 

Sara Noguer