“In God we trust. All the rest bring data”. Este cartel se puede leer en la oficina de Barry Beracha, ex CEO de Sara Lee.
Yo no he estado en ese despacho, no voy a mentir que luego todo se sabe, y dicha frase puede muy bien ser uno de los muchos HOAX que circulan por internet. Pero sirve al propósito de este artículo: enfatizar la importancia de los datos.
La empresa -y digo cualquier empresa, al nivel que sea, aunque se dé más marcadamente en grandes negocios y startups digitales- es un mar de datos, externos e internos, un zumbido constante de información numérica y alfanumérica. Datos que se manejan o no, quizás solo en parte, quizás solo en determinados excels, quizás sin darle una importancia excesiva. En las manos adecuadas, esos datos no son solo un zumbido: son música. Son una oportunidad de negocio. Son dinero. (Aquí ya ponemos otra cara, ¿eh?)
¿Qué profesionales hacen tal transformación, del ruido a la música, del dato vacío a la oportunidad? Varios de ellos, en realidad, con distintos niveles de responsabilidad y de antigüedad en el mundo del negocio. Es como tener una orquestra en la oficina: el profesional de Business Intelligence, que tiene un gran conocimiento empresarial; el Data Manager, que trabaja con grandes cantidades de datos estructurados y tiene un conocimiento profundo de Excel; el redactor de informes, que controla los datos de la empresa y como estos evolucionan; el personal de IT, que ha creado toda la arquitectura, las bases de datos, con consulta query arriba, query abajo. Y, finalmente, tenemos al cantante -si eres más de pop- o al saxofonista -si eres más de jazz-: el Analista de Datos o Data Scientist, que es el rol de más reciente aparición, el más valorado y ¿el más sexy?
Pues sí. La Harvard Business Review considera el Data Scientist como la profesión más sexy del momento. Los informáticos lo fueron en los 90, y ahora les toca el turno a los estadistas, matemáticos, informáticos y fans de los datos conversos de otras profesiones. Se trata de un perfil que aúna la curiosidad del científico, la mente práctica del ingeniero y la capacidad de comunicación del periodista. Cualquier madre lo querría para su hijo. Una mezcla así es difícil de encontrar, y justamente por ello muy valiosa. Siguiendo con la metáfora religiosa de Beracha, son los nuevos profetas que deben ser escuchados para poder travesar el desierto del mundo hipercompetitivo en que vivimos. Pero sin barba de Moisés (o ZZ Top) y más a lo tipo hipster.
Por supuesto, cada empresa decidirá, según su sector, su volumen y su capacidad, qué perfil necesita (o perfiles, que luego todo se quiere hacer en una misma persona y no, no se llega; el superhéroe que mola es Spiderman, que se mueve con gracilidad, no Octopus y sus mil tentáculos). Sin embargo, es absurdo seguir despreciando la importancia de los datos. Un reciente estudio llevado a cabo por PwC concluía que “más del 25% de los [empresarios españoles] encuestados no emplean a analistas de datos para extraer valor de la información o carecen de las habilidades para interpretar los datos o para aplicar el conocimiento necesario como para convertir la información en hechos listos para tomar decisiones”, según El Economista. En todos esos datos, hay un mundo de posibilidades. Solo se necesita un profeta, o un equipo de ellos. Y que no digan que han oído la voz de dios, sino que traigan datos, limpios, sólidos y adecuados datos.
[…] verdades inmutables de la naturaleza. (También dijimos en otro artículo que los Data Scientists son la nueva profesión sexy, profetas de los datos que saben dónde está […]
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