Pokémon es la nueva palabra que está en boca de todos. De hecho nueva no, porque los pokémons existen desde hace 20 años, pero desde el 6 de julio se han convertido en Pokémon Go: un videojuego desarrollado por Niantic Labs para smartphones. Y, consecuentemente, en la nueva adicción de adultos de todo el planeta.

Las cifras del éxito de este juego basado en la realidad aumentada y la geolocalización son espectaculares. Más de 30 millones de personas se descargaron la aplicación en poco más de dos semanas, 21 millones de usuarios activos se conectan de forma regular, hace 5 días se celebró un encuentro en Barcelona en el que participaron cerca de un millar de personas, ayer se celebró  otro en Madrid al que asistieron 3.000, una agencia de viajes online ha lanzado en España un paquete de vacaciones centrado en cazar pokémons en Estados Unidos, la gente empieza a hablar de pokedar en vez de quedar.

Un éxito sin precedentes que quizás se explica por la nostalgia que generan en los millennials los personajes de Pokémon con los que jugaban de pequeños. Pero, sobre todo, por la insólita mezcla de realidad y ficción que convierte las calles de la ciudad en el escenario del juego. Y es que la cotidianidad es a veces difícil de sobrellevar, a menos que te cruces en ella con un pokémon.

Eso mismo debió pensar el pasado 21 de julio el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, mientras se ofrecía a atender a las preguntas de los ciudadanos vía Twitter en la Sala Torres García del Palau de la Generalitat.

“Aquí donde se sienta ahora, había hace unos minutos un pokémon”, le dijo un periodista, fan de la caza de los monstruos virtuales.

“Pues ahora hay un puigdémon”, fue la respuesta del presidente.